miércoles, noviembre 10, 2010

Daniela

A veces te sientas en la calle, cansado, después de horas de caminata nocturna, único pañuelo que seca velozmente el agua salada. Ese suspiro helado que acompaña en todo el trayecto hacia el mar de recuerdos agobiantes, hallados en constante metamorfosis dañina para la mente humana tan endeble. Parecen destruir, a golpes certeros, esa caja de dulces y sueños mágicos que embelecen toda el alma. Culmina con rastro de cordura angelical, y parece romper en una nube de polvo que te dirige a una corriente de agua salada… Ya nada es dulce. El sol ya no nacerá al final de la caminata.